martes, 8 de noviembre de 2011

Trotar es de lo mejor

En el año 2007, mi hermana tomó un electivo de atletismo en la UC y me invitó a trotar con ella. Esto fue lo que pasó:

"¿Por qué me metí en esto?". Es lo único que se me viene a la mente mientras troto a duras penas por el caminito de tierra, aserrín y piedras del sector de deportes en San Joaquín.

Se me nublan los ojos. Son estos malditos plátanos orientales que rodean el sendero. ¿Quién los habrá puesto? ¿Por qué hay tantos? ¡Si son orientales! De Oriente quiere decir eso. O sea, del mundo asiático y de gente con ojos rasgados, amarilla y que sonríe por todo. A lo mejor el nombre está mal puesto. Qué sé yo. Me atormentan. Son lindos, pero me dan miedo. Atentan contra mi salud.

Voy en la segunda vuelta. Nadie me obligó a lanzarme en mi travesía trotística. Me bastaba con trotar dos vueltas, pero no, yo la chora, tenía que seguir corriendo... bueno ya, trotando lento.

¿Qué pensarán los que me ven con los ojos nublados e hinchados? Chiquititos, así los tengo, como un ratón.  Deben pensar que voy a llorar de cansancio, ahogamiento y desgaste muscular. Estoy muriendo por los platanitos. No entra aire por mi nariz y abro mis hoyitos nasales, tratando de que entre algo de aire. Respiro bien fuerte, una vez, otra y otra. “¡No! ¡No tan fuerte!”, dice mi vocecita interna. “Puedes absorber todo San Joaquín de un sopetón”. Con sus piletitas, templo, facultades, millones de autos, quioscos, casinos, lo que venga. Estoy respirando tan desesperada que no me importa lo que entre por mi nariz, con tal de que entre algo.

Además, qué se mete ella, vocecita chillona. Se cree con la autoridad de decirme lo que puedo y lo que no puedo hacer. Todos deben tener una, pienso yo. La mía es chillona y habla en los momentos más inoportunos. Cuando me quiero comer un chocolate gigante en cinco minutos, aparece ella: “Te vas a poner gorda, después no te quejes”. Cuando quiero dormir en la tarde una siesta de horas y horas, ella me echa a perder el panorama: “¿Viste el cerro de fotocopias en tu pieza? Parece que son para leerlos. ¿Y viste la fecha de tus pruebas? Son luego. Yo que tú, me pongo a leer, ¡al tirante!”.

Me olvido de la vocecita un rato. Ahora paso por la parte de aserrín. Siento olor a caca de… ¿conejo? ¿perro? ¿pollo? Claro, no puedo respirar, pero sí soy capaz de sentir estos aromas tan característicos de por acá. Agradable… je.


¡Ya quiero terminar esta vuelta! No puedo parar en la mitad del camino… qué humillante sería…qué vergüenza. Qué pensarán los demás niños deportistas que pasan por mi lado, me adelantan y desaparecen. Nada. Obvio. No deben pensar nada. Si les da lo mismo. Ellos están preocupados de hacer deporte, no de si yo puedo o no dar tres vueltas a las canchas. Qué egocéntrica yo.

Siento mis piernas dormidas, las miro para cerciorarme de que están ahí. Cualquiera diría que voy corriendo una maratón y que por eso estoy roja y toda sudada. Por eso el jadeo desesperado. Pero no, llevo sólo tres kilómetros recién, porque terminé la tercera vuelta.

Yo pensaba que me iba a detener luego de la tercera vuelta, pero no sé qué pasa. Mis piernas no paran. Comienzan la cuarta vuelta. ¡Las locas rebeldes! “Déjalas”, dice mi vocecita, “Te hace falta el ejercicio, ¿no ves que pareces un chanchito?”. Qué mala onda, como si no tuviera problemas de autoestima, viene la chilloncita y me la deja por el subterráneo o más abajo aún, cruzando el planeta y me la deja en China con los orientales, los de los plátanos.

Mis piernas no saben las consecuencias de sus actos. A ellas les va a doler mañana y no se van a poder mover de lo tiesas. ¿Acaso mi vocecita piensa en eso? Debería ponerle nombre, pero soy mala para eso. Además, como es de quejona, seguro no le va a gustar y va a terminar escogiendo ella igual. “Toda la razón”, me dice. “Eduviges, así me voy a llamar”, asegura, orgullosa de su elección. ¿Eduviges? Me da risa. Algunas personas me miran. Se me había olvidado que estaba trotando en un lugar público. Me contengo. Siento que la cara se me pone más roja.

¡No! ¡Por desconcentrarme lo perdí! No encuentro mi ritmo de respiración por ningún lado (porque al final logré respirar). “¿Viste? Por andar paveando, preocupada de mi nombre, te perdiste”, me sermonea Eduviges. Empiezo a buscarlo. Un, dos, un, dos… no, así no me entra aire. Un, dos, tres, un, dos, tres… así no, me pierdo. Uno largo, un- dos, uno largo, un- dos… no, así no alcanzo a botar el aire. Uno largo, 1- 2 -3, uno largo, 1- 2- 3… parece que ahí sí.


Pucha, ahora tengo una puntada en el costado por estar jugando con mis pulmones y mi oxigenación. Un grupo de tipos grandes y fornidos (otros no tanto), me adelantan como por cuarta vez y eso que yo empecé antes. Siempre digna, sigo trotando con la frente en alto, lo más derecha que puedo, pero mi puntada igual hace que me doble un poco.

Mis piernas siguen trotando sin importarles mis debates internos. Ahora yo las apoyo, quiero que sigan, porque me daría mucha vergüenza que pararan en cualquier parte, sin haber terminado. Además, si no puedo contra ellas, mejor me uno. “Por fin estás pensando con coherencia”, me felicita la Edu. Yo troto con compostura, con garbo y prestancia ahora que las apoyo (o por lo menos eso quiero creer). Muy buena mi decisión.

Me falta poco para llegar, acelero el paso. Me siento como Rocky cuando subía esas escaleras largas y saltaba como mono, después de comer huevos crudos (seguro en la película no existía la salmonela) y trotar por toda la ciudad.

¡Llegué por fin! ¡Cuatro kilómetros! Batí mi récord. El récord que me impuse la semana pasada de no demorarme más de media hora. “Igual bien…”, me felicita la Edu. Lo hice, logré lo imposible y nadie de las canchas, San Joaquín o el mundo lo sabe, es una exclusiva…  En realidad es mejor que nadie lo sepa, porque el resto de seres con condición física decente, hace las cuatro vueltas en 15 minutos y yo… con mi cuerpo pesado de tanta azúcar refinada, sal, fritangas y varios, las hago en 30 minutos. Secreto entre la Edu y yo.

Estiro mis músculos cinco minutos. Cuando ya me recupero, reviso en mi mente mi agenda para saber cuándo puedo venir de nuevo. “¡Quiero más!”. Quiero más de esto: trotar y trotar y batir mis récords en secreto con la Edu. No me importa terminar medio muerta, medio coja, medio ahogada y medio con una tripa reventada, porque el caminito me apalea. Soy adicta al trote-masoquismo.

domingo, 25 de septiembre de 2011

Gracias pena por hacerme feliz

Hace mucho tiempo que no escribo, porque he estado muy ocupada, con pegas y mis cuestionamientos usuales de la vida, del trabajo, la vocación, amor, relaciones interpersonales, etcétera... Pero he vuelto, porque hoy es día de agradecer.

No se trata de cualquier tipo de agradecimiento, porque es gratitud hacia algo que en general no despierta ese tipo de sentimientos. Quiero dar las gracias a la pena. Porque la pena en el pasado me hizo salir a vagar por las calles de Santiago, sin rumbo... pasando las situaciones más anecdóticas, conociendo lugares que nunca habría visitado de no ser por la tristeza que me embargaba. Esa misma pena maldita me hizo hace algún tiempo tener mi época más creativa en la vida, en todo sentido, escribiendo, escribiendo y escribiendo. Pena estúpida que cuando estuvo en su nivel más alto me hizo enfocarme mucho más en mi carrera universitaria y me llevó a tener el mejor rendimiento de mi vida. Y quiero agradecer a la pena de amor más grande que he tenido, que me hizo darme cuenta, hace unos años ya, que lo más importante es amarme yo primero y de pasada me cerró la garganta y el estómago, haciéndome bajar los kilos que me sobraban desde siempre.

Gracias a la pena que siento hoy, que me hace escribir estas líneas en mi blog, gracias a la pena que siento, que me hace revisar toda mi vida otra vez y cuestionar todo, abrir los ojos y no conformarme con el presente, porque siempre podemos ser mejores. Quiero agradecer a mi pena presente, porque me hace parar y tomarme el descanso que tanto he necesitado desde hace varios meses. Gracias pena que me haces salir a vagar en bicicleta, pedaleando horas, sin rumbo. Me has hecho conocer lugares tan bonitos y llegar a conclusiones tan claras. Siento gratitud por esta pena que me hace buscar el refugio de mi familia, y redescubrir lo linda que es.

A veces disfruto en cierta forma tener pena, porque pueden resultar las cosas más hermosas e increíbles, si ponemos atención a nuestro sufrimiento y dejamos que fluya.

Por eso, considerando los momentos alegres, lo sabroso de la vida, los éxitos y también con los fracasos, las circunstancias más adversas y las pérdidas más amargas, me declaro completamente feliz, a pesar de que no tengo ni la más remota idea de cómo resolver lo que hoy me hace sufrir.

Imagen: http://www.floresderegalo.cl/flo.html

domingo, 19 de junio de 2011

Cuesco de durazno

Este es un cuento que escribí después de que falleció mi papá. Lo publico hoy, porque revivo en mi mente esos momentos una y otra vez. Con más intensidad en fechas como ésta. Junio de 2007. 

Feliz día papá.

Esos duraznos eran grandes y redondos como una pelota de tenis. De piel lisa y brillante. Cuando llegamos a la sala de espera, le di el primer mordizco al mío. Estaba contenta. Pensé que cuando despertaras te contaría que habíamos comprado duraznos súper baratos en el súpermercado. Sonreí al pensar que tú dirías que estábamos locas y que la sala de espera no era para hacer pic nic. Sonreí al imaginar tu cara de reprobación y resignación, como aceptando que en realidad éramos un caso perdido y mejor te lo tomabas para la risa.

El sabor dulce de la carne amarillo oro me hizo pensar en los días cuando despertaras y saliéramos de ahí. De ese lugar blanco, azul, lleno de gente que esperaba todo el día, junto a nosotros. Imaginé días con sol y tú regando afuera, en medio de un verde intenso. Miré la fruta redonda y sin fisuras, interrumpida por mi mordisco, así como tu vida y la nuestra había sido cortada hace más de un año atrás. No importaba. Estaba contenta. Ibas a estar bien y yo te iba a contar que habíamos comido duraznos. Eran perfectos: dulces, pero no hostigosos; duros, pero no verdes; húmedos, pero no goteaban jugo pegajoso. Te habrían gustado. Con sólo verlos habrías pedido a mi mamá que te picara uno y te lo llevara a la pieza.

Seguí comiendo, sintiendo el sabor fresco en mi boca y pensando en qué haríamos cuando despertaras. Estaba contenta. Habían dicho que estabas un poco mejor. Yo me ilusioné. Esperé lo mejor. Terminé de mordisquear mi durazno pelado y quedó sólo el cuesco, feo, oscuro, duro, lleno de surcos. Lo boté a la basura. Me hubiese gustado que no se acabara. Pero estaba contenta, porque ya ibas a despertar.

No me explico lo que pasó al día siguiente. Te fuiste y no has regresado hasta hoy. Parece que no vas a volver. Recuerdo que ese día pensé en el cuesco de mi duranzo. Traté de entender lo que sentía. Traté de integrar mi desorientación y mis moléculas, que estaban por huir cada una por su lado, en un cuerpo con brazos y piernas, que siente y que piensa. En una dirección. Por un camino. Sólo logré traer a mi mente ese cuesco. Me habían despojado de mi carne y quedaba llena de hendiduras, desnuda, oscura. Lo mejor para mí era que me tomaran por un desecho más y me dejaran morir en la basura. Estaba vacía y no quedaba nada para ofrecer.

jueves, 16 de junio de 2011

La venganza del cliente resentido

Este texto lo escribí después de trabajar en una multitienda en esa época difícil del año: antes de Navidad. Fue... toda una experiencia, jajaja. Lo escribí en julio de 2007.


"Estimado cliente: En cinco minutos más su tienda La Bella Feria cerrará sus puertas para volver a atenderlo el próximo martes dos de enero, a partir de las 11:00 horas".

"Estimado cliente: Son las 19:00 horas, su tienda La Bella Feria cierra sus puertas para volver a atenderlo el próximo martes dos de enero, a partir de las 11:00 horas".

Una bocanada, ganado, ola, marejada, choclón de gente desesperada corre como en las películas de acción cuando se cierran las compuertas para huir y el héroe se tira de guata al suelo para salir. La única diferencia es que en en este caso, la masa humana trata de entrar.

¡Es 31 de diciembre! En cinco horas más comienza un nuevo año y este montón de seres ávidos de productos para vestir, menaje, perfumería y electrónica parecen no tener ninguna cena que preparar, ninguna ducha que tomar para emperifollarse, ninguna familia que los espere para el abrazo de las 12, nada. ¡Nada!

Están todos locos. Las cajas se llenan de clientes que se quiren llevar las cosas como sea. No importa si la polera tiene un hoyo, si el pantalón no tiene cierre o si la falda está descosida. Incluso más: no les importa si no les queda bien, porque después lo pueden cambiar. Todos compran para cambiar. "Oh...¡Qué lindo el pantalón! Me lo llevo. Pero no me lo probé... ¡Señorita! ¿Lo puedo cambiar después?". Una gorda con cara de apestada,repite la cantaleta: "Son diez días para devolución, un mes para cambio y tres meses de garantía...".

Es por llevarse algo, por no salir de ahí con las manos vacías. Con una sensación extraña por dentro. Con la idea de que algo les falta, aunque no hayan perdido nada. Eso les falta: lo que no han comprado, ni poseído jamás.

Compran cualquier cosa, sin pensar, para ellos mismos y para quienes los rodean. Por eso antes de Navidad se lo llevan todo y después devuelven y cambian todo. Porque a nadie le gustó ningún regalo. Obvio, si la polera no la compraron, porque a la Panchita no sé cuánto le gusta usar poleras con brillo y un tremendo escote en la espalda. ¡No! La compraron, porque era de la promoción de dos poleras en $14.990.

Ya son las 19:30 y aún hay personas que pretenden probarse ropa. Que les bajen esos polerones que yo no sé para qué los ponen tan arriba. Nadie sabe qué contestar. Será porque la tienda quiere meterle la ropa por dónde sea a la gente y sacan y sacan y sacan prendas, aunque ya no haya espacio. Los vendedores se limitan a ir a buscar la ganchera, un pedazo largo de fierro o palo, con un gancho en la punta, para bajar lo que el cliente quiera.

Hace 35 minutos que la tienda La Bella Feria cerró sus puertas para volver a atender al público el próximo martes a partir de las 11 horas. Todavía quedan personas en las filas de las cajas.

¡Por favor! ¡Vayan a sus casas! ¡Preparen su cena, pónganse su ropa de mall, abrácense a las doce y vean los fuegos artificiales! No vale la pena. A nadie le importa el cambio de año. Estar con la familia...nadie está ni ahí con nada.

Es una venganza. La venganza del cliente que tantas veces ha sido abandonado a su suerte, víctima de la indiferencia. La venganza del cliente que ha tenido que esperar paciente durante el año que terminen de atender al que lleva más cosas, al que compra lo más caro, porque eso da más comisión.

Ese cliente ha cultivado entre compra y compra, el sentimiento del comprador resentido que busca dificultarle la labor y la vida a los vendedores desgraciados que alguna vez le dieron la espalda por ir a besarle el poto a algún comprador con más poder adquisitivo.

Hoy, 31 de diciembre, año 2006, ese comprador rencoroso está dando rienda suelta a su ira reprimida, haciendo que las filas en las cajas sean interminables, desordenando la ropa que no piensan llevar y pidiendo objetos que están en lugares difíciles de alcanzar. Todo para que ese vendedor que alguna vez cambió al comprador humilde por el platudo, sufra por no poder llegar a su hogar a la hora de la cena, por no poder llegar luego a preparar la cena, por no poder llegara tiempo para ducharse e ir a comer con sus familia, por no poder llegar a tiempo para ordenar la casa, vestirse, arreglar a los niños y recibir a los suegros.

La idea del comprador resentido es que este día tan especial, el vendedor codicioso, hambriento de comisiones, que atiende de mala manera, sienta esa ira reprimida, cultivada compra tras compra, cambio tras cambio. A ese fenómeno del cliente herido en su orgullo sólo queda hacerle frente, como sea, aunque signifique la ruina del Año Nuevo, porque el cliente siempre está primero, como dice la chapita que llevan en la solapa de la camisa.

domingo, 5 de junio de 2011

Soy mala

Aquí una historia de ficción inspirada en un encuentro en el metro. 7 de diciembre de 2007.

Ese día cuando te vi en el Metro, me descompensaste el día. Te prometo que me dejaste como con la mala vibra pegada.

Primero fue tu actitud. Yo estaba muy concentrada pensando sólo Dios sabe qué y tú no encontraste nada más bonito que saludarme con un "¡hola!", seguido de un tremendo empujón... O sea...¡Jelou! ¡¡¡Estaba al borde del andén esperando el tren!!! Casi se hace realidad eso de la canción...algo así como que te atropellen y después te pise un tren... What ever...algo así.

"Estúpido", pensé yo. "Ahuevona'o", también se me vino a la mente. ¡Sí! Después de tanto tiempo, de haber tenido una pseudo relación amorosa varias veces y de haber jurado que me amabas, ¿ahora me querías matar?.

Pero, sólo te dije: "¡Tonto!". ¡¡¡Obvio!!! Te había echado un looking y me di cuenta de que estabas bien bueno... Siempre bien trabajado tú. Así como hombrón, los brazos gruesos y tu cara de niño bueno, con esos labios gorditos y rojitos...mmmm...¡¡¡rico!!! Seguías tan rico y apetecible como siempre. Decidí medirme con los insultos por si saltaba la liebre. En todo caso, tú siempre has estado dispuesto para lo que yo quiera sin importar cómo te trate (porque te he tratado bien mal, ¿cierto?).

Bueno, pero los años me han enseñado que no es bueno hacer sufrir tanto a la gente, porque se trancan y después es uno la gil que tiene que aguantarlos con sus carencias emocionales y esas huevadas. Así que "tonto", fue la palabra empleada para empezar a conversar. Nos subimos al metro. Me querías dar una sorpresa, que no le pusiera tanto color, me dijiste. Además, empezaste a explicarme que no porque te tires al metro te mueres al tiro, sino que tiene que haber una conexión de no sé qué para que te dé la corriente. Ahí yo sólo te miraba mover esos labios gruesos y se me obstruyeron los otros sentidos. Así que no me acuerdo de nada más.

Lo siguiente recuerdo es que me contaste que ahora estudias... Sí, estudias. "¡Bien!", te dije yo. Ahí si me puse contenta de verdad. Ingeniería en eso que te gusta a ti...computadores y maquinitas y todo eso que tratabas de explicarme cuando estábamos juntos. Me puse contenta por ti. Me contaste que te faltaba poco para salir y me preguntaste qué hacía yo. Yo te dije que lo mismo de siempre...tratar de conquistar el mundo, lo que en cierta forma es verdad. ¡Sí pu! Si uno es joven y toda la lesera, tiene que tener el bichito ése de ser especial y tratar de llegar lejos y todo eso.

Y para variar se me salió lo pesadita que llevo dentro. Empecé a preguntarte por tu polola, la loca, si seguías con ella y cómo fue que dejó de molestarme, porque yo me había metido entre ustedes. Ahí tú te enojaste un poco. Tú sonrisa se borró y los ojos se te pusieron redondos. Me explicaste que no la leseara, que ella estaba mal y tenía problemas, que estaba con depresión y se quería matar. Yo pensaba: "Uy, qué grave...seguro sus papis pelearon y le dio penita, ¡pobrecita! ¿Sabrá este pelotas todo lo que a mí me ha pasado? No le voy a dar en el gusto de contarle. Yo soy fuerte y grande".

Cambiamos el tema y me gustaba chocar contigo por el vaivén del tren. Sí, hasta me excitaba y qué. Hay que decir las cosas como son. Tú siempre me has vuelto loca. Pero como que físicamente no más. Hormonalmente, somos compatibles. Siempre fuimos unos calientes de mierda. Ahora, de las cosas emocionales nunca quise preocuparme: un cacho. Qué lata. Detesto el compromiso.

Igual te hacía ojitos y ponía esas caras de niña chica buena que a ti te encantaban, para ver qué pasaba. Logré traspasar la barrera de tus ojos castaños y me decías con la mirada que me querías y me deseabas. Que ojalá no me bajara nunca del metro y siguiéramos hasta cualquier lado. Yo también quería. Pero nadie lo dijo. Yo esperaba que fueras tú. Porque siempre fuiste tú el que estuvo a mis pies. Y llegó mi estación.

Tus ojos querían que me quedara. Me tomaste de las manos para despedirnos y me apretaste un poco junto a ti. Me diste un beso en la mejilla y me dijiste que ya no más. Que estábamos grandes para seguir jugando al corre que te pillo. "Puta la huevá", pensé yo. Te hiciste grande y con fuerza de voluntad y pucha que es atractiva esa cuestión. Ahora sabías qué te hacía mal y qué no. Y yo te hacía mal, según lo que me dijiste. Quise que me sostuvieras un poco más, pero no, me soltaste. Me dejaste ir a cagarle la vida a otros.

Y eso me tuvo mal todo el día, me dieron ganas de empujar a todas las viejas gordas que se suben al metro y ocupan espacios por tres. Ganas de putear a los pendejos que se mueven tanto que me pisan los pies cuando yo justo ando con mis zapatos regalones. Putear a los que se paran enfrente de la puerta del metro y ahí se quedan, como cobrando peaje, los tarados. Ganas de tirar al andén (aunque no se mueran al tiro) a todas las viejas chicas atropelladoras que creen que porque son chicas te pueden empujar. Todo porque uno es larga y como grande. ¿Qué culpa tiene uno de que ellas sean enanas?

Ese día, tuve pensamientos perversos a cada rato. Y los disfruté. Me sirvieron para desahogarme de todo lo que no pude hacer contigo. Porque ahora las cosas cambiaron. Ya te diste cuenta de que soy tóxica para ti. Por eso no me voy a poder seguir aprovechando de tu buen corazón y calentura. Porque soy tóxica. Que la gente se aleje de mí. Porque hago daño. ¡Soy mala! jajaja. No más mala que otras, en todo caso.

sábado, 28 de mayo de 2011

Soy tonta, pero valgo la pena

Esto lo escribí un día que sentía muy tonta, y busqué otros atributos a los que les puedo sacar partido. Lo primero es como me siento yo, pero después parece que me salgo del relato y se mete otro personaje (uno bueno pa' hablar leseras, ¿ve?). 20 de abril de 2010.

"Yo sé que soy tonta, aunque a los demás no les parezca. Yo sé que soy tonta, aunque no se den cuenta. Sí que soy bien tonta... No me digan que no, si yo sé que soy tonta como una puerta.

Me cuesta entender cuando me dan una instrucción. Siempre entiendo al revés, o sencillamente no entiendo. Me cuesta concentrarme y termino mirando los movimientos que hacen los labios de las otras personas sin entender los sonidos, o simplemente sin escucharlos. Si no te digo que soy tonta, tonta.

Me cuesta entender las noticias... Puedo estar sólo escuchando la radio y sólo se me quedan las noticias más blandas y eso. Nombres sin conexión, lugares sueltos, sin gente, hechos desordenados...en fin, cuando me preguntan después de verdad que nunca le achunto.

Me cuesta entender los temas que desconozco... como los autos, máquinas en general, biología, música. Hago como que los entendí, pero aprendo algunas palabras clave de memoria y luego digo: "¿es tal cosa?" para que crean que algo sé. Pero te digo que no sé, si soy tonta, retonta. Y por más que me esfuerce por entender, nunca capto el trasfondo de las cosas.

Siempre tengo ese susto de que me van a pillar en mi tontera, que tengo que hacer otras cosas para ocultarla. ¡En serio!

Y soy lenta... muy l e n t a... me cuesta mucho hacer las cosas bien y concentrarme. Tal como ahora! No puedo dejar de hacer otras cosas, me distraigo a cada rato. Como soy lenta, me pongo nerviosa y al apurarme hago todo mal.

En serio, ¡soy muy tonta! Está bien, soy tonta, pero estoy bien conforme, porque tengo tantas otras cosas buenas, buenísimas, que me hacen tan especial, pero no especial de mongola, sino especial especial, de verdad. Y yo lo sé, y les saco partido. Me gustaría contarlas, pero creo que no lo haré, porque se pierde la magia, el encanto. Sí que sé seducir, cuando quiero, obvio, pero no sólo seduzco para enamorar... o puede ser que sí, pero no sólo en el amor de pareja sino que en todo ámbito, trabajo, amigos, familia, conocidos... Soy seca... Pero ojo, que es cuando quiero no más.

Como todos, tengo cosas buenas y malas, muy malas, como ser tonta. Sin embargo, soy buena en ese sentido egoísta -y no tan egoísta- de seducción también. Pero además soy buena buena, de adentro como quien dice. Aperro hasta el final con los míos y quiero que estén bien y trato de hacer todo lo posible para que así sea. Ahí hay una mezcla de malicia con buenicia, bien difícil de explicar.

Una cosa buena es que hago reír a los demás, pero no es a propósito. A veces es mi tontera que se me sale y hace que todos se rían y pasa como chiste, así que  nadie piensa que es mi estupidez... ¿o sí? Pero no importa hago que los demás se rían y eso tonifica músculos abdominales, quema calorías y libera endorfinas, así que debe ser bueno.

Ya saben... puedo ser tonta como puerta, pero les conviene arrimarse a mi ala, porque soy buena buena, aunque no entienda ni jota".

viernes, 27 de mayo de 2011

Porque me dieron ganas

Hoy empecé un nuevo blog, nada más que porque me dieron ganas. Me dieron ganas de escribir de cualquier cosa, de lo que veo en las noticias, en las películas, en la calle, en mi casa, en las relaciones personales, en la universidad, en el súpermercado, cuando ando en bici, cuando ando a pie, cuando ando en micro, en auto, y las menos veces, en patines.

No sé qué cosa tan interesante tenga para contar y si alguien quiere leer, a mí sólo me interesa escribir. Así como no puedo seguir teniendo un correo "Zawerzita", mi apodo de algún tiempo en que era bien bueeena pa'l zawer, porque ya no me gusta el pisco sour, tampoco puedo seguir siendo "Ballenita", porque no no más, porquenadiepuedellamarseasí. Entonces, chao con mi poble blog anterior: Espacio Balle. Mención especial merece @parezcolocapero que como retomó su blog, me hizo pensar en el mío.

Pensé mucho en un nombre para mi nuevo espacio, pero no se me ocurría nada original, así que le puse de La Vero Meneses, así tal cual. Total, así me conocen varios. Según La Vero Meneses, suena a El mundo de Bobby, ese cabro chico que andaba en triciclo y le daban coscorrones, pa' los que no se acuerdan (mal por ustedes).

Todo el que quiera leer es bienvenido y el que no, también. El que quiera criticar, retarme, gritar, comentar, aportar, todo siempre con respeto, es bienvenido también.

Los dejo, porque voy a ir a servirme más agüita de cedrón y manzanilla. Mañana tengo que leer 100 BM Digital Tips, un ebook que encontré en la biblioteca digital de Clases de Periodismo, sitio que me recomendó mi amigo @matterlandsen. Así que luego les cuento cómo me fue nutriéndome de conocimientos.

Manos a la obra.